11/3/15

El forastero misterioso

[...]

Cuando iba a casa, me encontré con Satanás y le reproché el haberme engañado con esa mentira. Él no se avergonzó, sino que dijo con sencillez y con serenidad:
- Ah, te equivocas; era la verdad. Yo dije que él sería feliz el resto de sus días, y será cierto, porque siempre pensará que es el Emperador, y su orgullo de serlo y su alegría durarán hasta el fin. Él es ahora y siempre será la única persona totalmente feliz de este imperio.
- ¡Pero el método de conseguirlo, Satanás, el método! ¿No podrías haberlo hecho sin privarle de la razón?
Era difícil exasperar a Satanás, pero esa protesta lo logró.
- ¡Pero qué tonto eres! -dijo-. ¿Eres tan poco observador que no has descubierto que la cordura y la felicidad son imposibles de combinar? Ningún hombre cuerdo puede ser feliz, porque para él la vida es real, y ve que es algo espantoso. Solo los locos pueden ser felices, y no muchos. Esos pocos que se imaginan reyes o dioses son felices; los demás no son más felices que los cuerdos. Por supuesto, ningún hombre está completamente en sus cabales en ningún momento, pero yo me refería a los casos extremos. Yo le he quitado a este hombre esa cosa disparatada que tu raza llama la Mente, y he reemplazado su vida de hojalata por una ficción plateada; tú ves el resultado... ¡y lo criticas! Dije que le haría feliz permanentemente, y lo he hecho. Le he hecho feliz por el único medio posible para tu raza... ¡y no estás satisfecho! -suspiró profundamente desalentado, y dijo-: ¡Qué difícil me parece complaceros!

Capítulo 10 / El forastero misterioso / Mark Twain

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