23/7/13

Una de 'Trivial Pursuit' (1/2)

ARSENAL-MANCHESTER UNITED, 24/2/81

Más o menos en esta época me perdí, así de claro, y estuve extraviado unos cuantos años. Entre un partido en casa (contra el Coventry) y el siguiente (un partido entre semana, contra el Manchester City), rompí con mi novia. Todo lo que desde hacía ni se sabe cuánto se me estaba pudriendo por dentro empezó a supurar y salir al exterior; empecé a hacer prácticas de enseñanza en un complicado colegio del oeste de Londres, y el Arsenal arrancó un empate en el campo del Stoke, aunque cayó derrotado en campo del Forest. Fue muy raro ver trotar a los jugadores aquella tarde, igual que lo habían hecho tres semanas antes: se me ocurrió que deberían haber tenido la decencia de reinventarse, de reconocer que los rostros y el físico y las carencias que había mostrado en el partido contra el Coventry pertenecían a una época muy lejana.

Si hubiese habido partidos todos los días de la semana por la noche, y todos los fines de semana por la tarde, habría ido sin dudarlo, ya que los partidos hacían las veces de marcas de puntuación (aunque sólo fueran comas) entre desoladas frases a lo largo de las cuales bebía demasiado y fumaba demasiado y así me quitaba un peso de encima de manera tan veloz que resultaba gratificante. Ese partido lo recuerdo con gran claridad sólo porque fue el primero; después, empezaron a confundirse unos con otros, y a la vista está que no ocurrió gran cosa en el terreno de juego, aparte de que Talbot y Sunderland metieran a duras penas un par de goles.

Sin embargo, el fútbol había adquirido un nuevo significado en relación con mi carrera profesional. Se me había ocurrido la brillante idea -y creo que se les ocurre a todos los jóvenes profesores de mi cuerda- de que mis grandes aficiones (el fútbol y la música pop en concreto) serían de gran ayuda a la hora de conectar con mis alumnos. Pensé que podría "identificarme" con "los chavales" porque entendía muy bien el valor que para ellos tenían los Jam o el propio Laurie Cunningham. No se me pasó por la cabeza que en el fondo yo era tan pueril como mis aficiones, y que si bien, sin duda, dispuse de una especie de conexión más o menos privilegiada, eso no me iba a servir para ser mejor profesor. A decir verdad, el principal problema -a saber, que en los días más complicados terminaba armándose en el aula un alboroto del demonio- resultó exacerbarse cuando hice gala de mi adscripción a un bando determinado. "Soy hincha del Arsenal", dije con mi mejor talante de profesor majo y enrollado el día en que tuve que presentarme ante un grupo especialmente difícil de alumnos de segundo. "¡Buuuu!", me contestaron ruidosamente, sin cortarse ni un pelo.

Fragmento de Fiebre en las gradas, de Nick Hornby

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